sábado, 16 de marzo de 2013

¿Quién se ha llevado mi queso? Ejemplo.

Aquí os dejo un ejemplo -un poco largo- de como podemos utilizar la historia de ¿Quién se ha llevado mi queso? a la vida cotidiana.

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Entonces, con toda naturalidad, Angela preguntó a los miembros del grupo:
 -Y bien, ¿quiénes erais cada uno de vosotros en la narración? ¿Fisgón, Escurridizo,
Hem o Haw?
 -Precisamente esta tarde me dediqué a pensar en eso –contestó Carlos-. Recuerdo
con claridad una época, antes de que iniciara mi empresa de artículos deportivos, en la que
tuve un duro encontronazo con el cambio.
 “En aquella situación no fui Fisgón, desde luego, porque no husmeé la situación ni
detecté a tiempo el cambio que se estaba produciendo y ciertamente tampoco fui
Escurridizo: no entré en acción inmediatamente.
 “Más bien fui como Hem, que quería permanecer en territorio conocido. Lo cierto es
que... Lo cierto es que no quería tener nada que ver con el cambio. Ni siquiera deseaba
verlo.
 Michael, para quien el tiempo no parecía haber transcurrido desde los años que él y
Carlos fueron tan buenos amigos en la escuela, preguntó:
 -¿De qué estás hablando, amigo?
 -De un inesperado cambio de trabajo –contestó Carlos.
 -¿Te despidieron? –preguntó Michael echándose a reír.
 -Bueno, digamos que no quería salir ahí fuera a buscar Queso Nuevo. Creí tener una
buena razón por la que el cambio no me ocurriría a mí. Así que, cuando sucedió, me sentí
bastante alterado.
 Algunos de los antiguos compañeros, que habían guardado silencio al principio, se
sintieron más cómodos ahora y empezaron a hablar, incluido Frank, que pertenecía a las
Fuerzas Armadas.
 -Hem me recuerda a un amigo mío –dijo Frank-. Iban a cerrar su departamento, pero
él no quiso darse por enterado. No hacían más que redituar a su gente en otros
departamentos. Todos tratamos de convencerlo de las múltiples oportunidades que existían
en la empresa para quienes estuvieran dispuestos a ser flexibles, pero a él no le pareció
necesario cambiar. Fue el único sorprendido cuando finalmente cerraron su departamento.
Ahora lo está pasando muy mal, tratando de adaptarse a un cambio que no creía  que
pudiera producirse.  -Yo tampoco creí que me pudiera suceder a mí –dijo Jessica-, pero lo cierto es que
también han cambiado mi “Queso” de sitio en más de una ocasión, sobre todo en mi vida
personal, aunque de eso podemos hablar más tarde si queréis.
 Algunos del grupo se echaron a reír, excepto Nathan.
 -Quizá se trate precisamente de eso –dijo Nathan-. El cambio es algo que nos ocurre
a todos. Me habría gustado que mi familia escuchara mucho antes esta fábula del Queso.
Lamentablemente, no quisimos ver los cambios que se nos avecinaban en nuestro negocio
y ahora ya es demasiado tarde, porque vamos a tener que cerrar muchas de nuestras
tiendas.
 La noticia sorprendió a muchos miembros del grupo, convencidos de que Nathan era
muy afortunado por dirigir un negocio en cuyos beneficios y buena marcha podía confiar,
año tras año.
 -¿Qué ocurrió? –quiso saber Jessica.
 -Nuestra cadena de pequeñas tiendas se quedó repentinamente anticuada cuando
llegaron los grandes supermercados a la ciudad, con sus enormes existencias y bajos
precios. Simplemente, no pudimos competir con ellos.
 “Ahora me doy cuenta de que, en lugar de ser como Fisgón y Escurridizo, fuimos
como Hem. Nos quedamos donde estábamos y no cambiamos. Tratamos de ignorar lo que
estaba sucediendo y ahora nos vemos metidos en graves problemas. Podríamos haber
aprendido un buen par de lecciones de Haw ya que, ciertamente, no fuimos capaces de
reírnos de nosotros mismos y cambiar lo que estábamos haciendo.
 Laura, que había llegado a convertirse en una importante mujer de negocios, había
escuchado con atención, pero sin intervenir. Ahora dijo:
 -Esta tarde también he pensado en esa narración. Me pregunté cómo podía ser más
como Haw y ver qué estaba haciendo mal, reírme de mí misma, cambiar y conseguir que las
cosas fuesen mejor. Siento curiosidad –añadió tras una pausa-. ¿Cuántos de los presentes
tenéis miedo al cambio? –Nadie respondió, así que sugirió-: ¿Qué os parece si levantáis la
mano?
 Sólo se levantó una mano.
 -Bueno, por lo menos contamos con una persona sincera en el grupo –dijo Laura-.
Quizá os guste más la siguiente pregunta: ¿cuántos, de los aquí presentes, creéis que los
demás le tienen miedo al cambio?
 Prácticamente todos levantaron la mano. Fue entonces cuando se echaron a reír.
 -¿Qué nos enseña eso?
 -Negación –contestó Nathan.
 -Desde luego –admitió Michael-. A veces ni siquiera somos conscientes de que
tenemos miedo. Yo sé que no lo tuve. Al escuchar el cuento por primera vez, me encantó
aquella pregunta que Haw se hace en un momento determinado: “¿Qué harías si no tuvieras
miedo?”.
 -Lo que yo he sacado en claro –dijo Jessica- es que el cambio ocurre en todas partes
y que haré mucho mejor en adaptarme a él con rapidez en cuando ocurra.
 “Recuerdo lo sucedido hace años, cuando nuestra empresa vendía las enciclopedias
que producíamos como un conjunto de más de veinte libros. Una persona intentó
convencernos de que debíamos introducir toda la enciclopedia en un solo disco de
ordenador y venderlo por una fracción del precio que cobrábamos. Nos aseguró que de ese
modo sería más fácil actualizar, nos costaría mucho menos de fabricar y habría mucha más
gente capaz de comprarla. Pero todos nos resistimos a aceptar la idea.
 -¿Por qué os resististeis? –quiso saber entonces Nathan.
 -Porque todos estábamos convencidos de que la espina dorsal de nuestro negocio
se encontraba en nuestro gran equipo de ventas, dedicado a visitar a la gente puerta a
puerta. El mantenimiento del equipo de ventas dependía de las grandes comisiones que se ganaban, gracias al elevado precio de nuestro producto. Llevábamos haciendo lo mismo con
éxito desde hacía muchos años, y creímos poder seguir haciéndolo para siempre.
 -Quizá la historia de Hem y Haw se refiriese a eso cuando habla de la arrogancia del
éxito –comentó Laura-. No se dieron cuenta de que necesitaban cambiar algo que hasta
entonces les había funcionado muy bien.
 -Y pensasteis que vuestro viejo Queso era vuestro único Queso.
 -En efecto, y quisimos aferrarnos a eso.
 -Al pensar ahora en lo que nos ocurrió, comprendo que no se trata únicamente de
que “nos cambiaran el Queso de sitio”, sino de que, el Queso parece tener vida propia y,
finalmente, se acaba.
 “En cualquier caso, lo cierto es que no cambiamos. Pero un competidor sí cambió y
nuestras ventas se hundieron. Pasamos por momentos muy difíciles. Ahora se está
produciendo otro gran cambio tecnológico en la industria y parece como si en la empresa no
hubiera nadie dispuesto a tomar conciencia de ello. Las perspectivas no son nada buenas y
creo que pronto me quedaré sin trabajo.
 -¡Es hora de explorar el laberinto! –exclamó Carlos.
 Todos se echaron a reír, incluida Jessica. Carlos se volvió hacia ella y le dijo:
 -Es bueno que seas capaz de reírte de ti misma.
 -Eso fue precisamente lo que yo saqué en claro del relato –intervino Frank-. Tiendo a
tomarme demasiado en serio a mí mismo. Observé cómo Haw cambió cuando finalmente
pudo reírse de sí mismo y de lo que estaba haciendo. No es nada extraño que lo llamaran
Haw.
 -¿Creéis que Hem cambió alguna vez y encontró el Queso Nuevo? –preguntó
Angela.
 -Yo diría que sí –contestó Elaine.
 -Pues yo no estoy tan segura –dijo Cory-. Algunas personas no cambian nunca, y
pagan por ello un precio muy alto. En mi consulta médica veo gente como Hem. Se sienten
con derecho a disfrutar de su “Queso”. Cuando se les arrebata, se sienten como víctimas y
le echan la culpa a otros. Enferman con mucha mayor frecuencia que aquellas otras
personas que dejan atrás el pasado y siguen avanzando.
 Entonces, casi como si hablara consigo mismo, Nathan dijo en voz baja:
 -Supongo que la cuestión es: ¿de qué necesitamos desprendernos y hacia qué
necesitamos seguir avanzando?
 Durante un rato, nadie dijo nada.
 -Debo admitir –siguió diciendo Nathan- que me di cuenta de lo que estaba
sucediendo con tiendas como las nuestras en otras partes del país, pero confiaba en que
eso no nos afectaría a nosotros. Supongo que es mucho mejor iniciar el cambio mientras
aún se puede, en lugar de tratar de reaccionar y adaptarse a él una vez que ha ocurrido.
Quizá seamos nosotros mismos los que debamos cambiar de sitio nuestro Queso.
 -¿Qué quieres decir? –preguntó Frank.
 -No dejo de preguntarme dónde estaríamos hoy si hubiéramos vendido la propiedad
donde se hallaban instaladas nuestras viejas tiendas y hubiésemos construido un gran
supermercado capaz de competir con el mejor de ellos.
 -Quizá Haw se refirió a eso al escribir en la pared algo así como: “Saborea la
aventura y muévete con el Queso” –comentó Laura.
 -Creo que algunas cosas no deberían cambiar –dijo Frank-. Por ejemplo, deseo
aferrarme a mis valores básicos. No obstante, ahora comprendo que estaría mucho mejor, si
me hubiera movido antes en la vida, siguiendo al “Queso”.
 -Bueno, Michael, ha sido una bonita parábola –intervino Richard, el escéptico de la
clase-, pero ¿cómo la pusiste en práctica en tu empresa?  El grupo no lo sabía aún, pero el propio Richard también estaba experimentando
algunos cambios. Recientemente se había separado de su esposa y ahora trataba de
compaginar su carrera profesional con la educación de sus hijos adolescentes.
 -Bueno –contestó Michael-, pensé que mi trabajo consistía simplemente en gestionar
los problemas cotidianos tal como se presentaban. Lo que debería haber hecho, en realidad,
era mirar hacia delante y prestar atención a lo que sucedía a mi alrededor.
 “¡Y vaya si gestionaba los problemas! ¡Durante veinticuatro horas al día! No resultaba
muy divertido estar a mi lado. Me encontraba en medio de una competencia feroz de la que
no podía salir.
 -Lo que hacías era gestionar –le dijo Laura-, cuando deberías haberte dedicado a
dirigir.
 -Exactamente –asintió Michael-. Entonces, al escuchar el cuento de ¿Quién se ha
llevado mi queso?, me di cuenta de que mi trabajo debía ser el de trazar una imagen del
“Queso Nuevo” que todos deseáramos alcanzar, para que pudiéramos disfrutar cambiando y
teniendo éxito, ya fuese en el trabajo o en la vida.
 -¿Qué hiciste en el trabajo? –preguntó Nathan.
 -Bueno, al preguntar a la gente de nuestra empresa con qué personajes de la
narración se identificaban, comprendí que en nuestra organización se hallaban
representados los cuatro personajes. Empecé a ver a los Fisgones y a los Escurridizos, a los
Hem y los Haw, a cada uno de los cuales había que tratar de un modo diferente.
 “Nuestros Fisgones eran capaces de olfatear los cambios que se estaban
produciendo en el mercado, así que nos ayudaron a actualizar nuestra visión empresarial.
Los animamos a identificar en qué podían desembocar aquellos cambios, en cuanto a
nuevos productos y servicios deseados por nuestros clientes. Eso les encantó, y nos
hicieron saber que les entusiasmaba trabajar en una empresa capaz de reconocer el cambio
y adaptarse a tiempo.
 “A los Escurridizos les gustaba hacer las cosas, así que se los animó a hacerlas,
basándose en la nueva visión empresarial. Sólo necesitaban un poco de control para que no
se apresuraran a seguir una dirección equivocada. Se los recompensó entonces por
aquellas acciones que nos aportaban Queso Nuevo, y a ellos les encantó trabajar en una
empresa que valoraba la acción y los resultados.
 -¿Y qué me dices de los Hem y los Haw? –preguntó Angela.
 -Lamentablemente, los Hem eran las anclas que nos dificultaban el avance –contestó
Michael-. O bien se sentían demasiado cómodos, o bien le tenían demasiado miedo al
cambio. Algunos de ellos sólo cambiaron cuando captaron la visión razonable que les
presentamos, en la que se demostraba cómo el cambio funcionaría en su propio beneficio.
 “Nuestros Hem nos dijeron que deseaban trabajar en un lugar en el que se sintieran
seguros, de modo que los cambios habían de tener sentido para ellos y aumentar su
sensación de seguridad. Al comprender el verdadero peligro que les acechaba si no
cambiaban, algunos lo hicieron y les fue bien. La visión empresarial nos ayudó a transformar
a muchos de nuestros Hem y Haw.
 -¿Qué hicisteis con los Hem que no cambiaron? –preguntó Frank.
 -Tuvimos que despedirlos –contestó Michael con pesar-. Queríamos conservar a
todos nuestros empleados, pero sabíamos que si nuestro negocio no se transformaba con
suficiente rapidez, todos sufriríamos las consecuencias y tendríamos graves problemas.
 “Lo mejor de todo es que, si bien al principio nuestros Haw se mostraron vacilantes,
fueron lo bastante abiertos para aprender algo nuevo, actuar de modo diferente y adaptarse
a tiempo para ayudarnos a tener éxito.
 “Pasaron a esperar el cambio y hasta lo buscaron activamente. Al comprender la
naturaleza humana, nos ayudaron a pintar una visión realista del Queso Nuevo. Una visión
que tenía sentido común prácticamente para todos.  “Nos dijeron que querían trabajar en una organización que diera a la gente seguridad
en sí misma y herramientas para el cambio. Y nos ayudaron a conservar nuestro sentido del
humor, al tiempo que íbamos tras nuestro Queso Nuevo.
 -¿Y sacaste todo eso de un cuento tan sencillo? –preguntó Richard.
 -No fue el cuento, sino aquello que hicimos de modo diferente, basándonos en lo que
tomamos de él –contestó Michael con una sonrisa.
 -Yo soy un poco como Hem –admitió Angela-, así que, para mí, la parte más
poderosa de la narración fue el momento en que Haw se ríe de sus propios temores y se
hace una imagen en su mente en la que se ve a sí mismo disfrutando de “Queso Nuevo”.
Eso le permitió adentrarse en el laberinto con menos temor y disfrutar más de la aventura. Y
finalmente le fueron mejor las cosas. Eso es lo que casi siempre deseo hacer.
 -De modo que hasta los Hem comprenden a veces las ventajas del cambio –comentó
Frank con una sonrisa burlona.
 -Como la ventaja de conservar sus puestos de trabajo –dijo Carlos echándose a reír.
 -O incluso la de conseguir un buen aumento de sueldo –añadió Angela con picardía.
 Richard, que no había dejado de mantener el ceño fruncido durante toda la
conversación, dijo ahora:
 -Mi director no hace más que decirme que nuestra empresa necesita cambiar. Creo
que me quiere dar a entender que soy yo el que necesita cambiar, pero quizá no lo haya
querido comprender así hasta ahora. Supongo que en ningún momento me di cuenta de qué
era eso del “Queso Nuevo”, o de lo que el director trataba de decirme. Oh, creo que haberlo
comprendido me va a venir muy bien.
 Una ligera sonrisa cruzó por la cara de Richard, que al cabo de un rato añadió:
 -Debo admitir que me agrada esa idea de ver “Queso Nuevo” y de imaginarme
disfrutando con su sabor. Eso me anima mucho. En cuanto uno comprende cómo se pueden
mejorar las cosas, se interesa más por conseguir que se produzca el cambio. Quizá pudiera
utilizar eso en mi vida personal –añadió-. Mis hijos parecen pensar que nada en su vida
debería cambiar nunca. Supongo que actúan como Hem y que se sienten coléricos.
Probablemente, temen lo que les depare el futuro. Quizá no les haya pintado una imagen
muy realista del “Queso Nuevo”, probablemente porque ni siquiera yo mismo la he podido
ver.
 El grupo guardó silencio, mientras varios de los presentes pensaban en sus propias
vidas.
 -Bueno –dijo finalmente Jessica-, la mayoría de la gente habla sobre puestos de
trabajo, pero mientras escuchaba contar la historia pensé en mi vida personal. Creo que mi
relación actual es “Queso Viejo” que está muy enmohecido.
 Cory se echó a reír, mostrándose muy de acuerdo.
 -A mí me ocurre lo mismo. Probablemente necesito desprenderme de una mala
relación.
 -O, quizá, el “Queso Viejo” no sea más que viejos comportamientos –intervino
Angela-. De lo que realmente necesitamos desprendernos es del comportamiento que
provoca nuestra mala relación, y pasar luego a una mejor forma de pensar y de actuar.
 -Buena observación –reaccionó Cory-. El Queso nuevo puede ser una relación nueva
con la misma persona.
 -Empiezo a pensar que en todo esto hay mucho más de lo que me imaginaba –dijo
Richard-. Me gusta la idea de desprenderme del comportamiento antiguo, en lugar de dejar
la relación. Repetir el mismo comportamiento no hará sino obtener los mismos resultados.
 “Por lo que se refiere al trabajo, quizá en lugar de cambiar de puesto de trabajo
debería cambiar mi forma de hacer el trabajo. Probablemente, si lo hubiera hecho antes así,
ahora ya ocuparía un mejor puesto.”  Becky, que vivía en otra ciudad, pero que había vuelto para participar en la reunión,
dijo:
 -Mientras escuchaba la narración y los comentarios que hacíais, no he podido evitar
reírme de mí misma. He sido una Hem durante mucho tiempo, temerosa del cambio. No
sabía que hubiera tanta gente que hiciera lo mismo. Temo haber transmitido esa actitud a
mis hijos, sin siquiera saberlo.
 “Ahora que lo pienso, me doy cuenta de que el cambio puede conducirla a una
realmente a un lugar nuevo y mejor, aunque en el momento en que se avecina no lo parezca
así y tengamos miedo.
 “Recuerdo lo que sucedió el año en que nuestro hijo ingresó en el primer curso de la
escuela superior. El trabajo de mi esposo nos obligó a trasladarnos desde Illinois a Vermont
y nuestro hijo se alteró bastante porque tenía que dejar a sus amigos. Era muy buen
nadador y la escuela superior de Vermont no contaba con equipo de natación. Así que se
enojó mucho con nosotros por obligarlo a acompañarnos.
 “Resultó que se enamoró de las montañas de Vermont, empezó a esquiar, ingresó
en el equipo de esquí del colegio y ahora vive felizmente en Colorado.
 “Si todos hubiéramos disfrutado juntos de esta historia de Queso, tomando una
buena taza de chocolate caliente, le habríamos ahorrado mucho estrés a nuestra familia.
 -En cuanto regrese a casa se la contaré a mi familia –dijo Jessica-. Les preguntaré a
mis hijos quién creen que soy, si Fisgón, Escurridizo, Hem o Haw, y quiénes creen ser ellos
mismos. Podemos hablar sobre lo que nuestra familia percibe como Queso viejo y cuál
podría ser para nosotros el Queso Nuevo.
 -Esa sí que es una buena idea –admitió Richard, sorprendiendo a todos, incluso a sí
mismo.
 -Creo que voy a parecerme más a Haw –comentó Frank-. Procuraré cambiar de sitio
con el Queso y disfrutarlo. Y también les voy a contar esta narración a mis amigos, a los que
les preocupa abandonar el Ejército y lo que ese cambio puede significar para ellos. Eso
podría conducirnos a algunas discusiones bastante interesantes.
 -El caso es que así fue como mejoramos nuestra empresa –dijo Michael-.
Mantuvimos varias reuniones de análisis acerca de lo que podíamos sacar en limpio de la
fábula del Queso y cómo podíamos aplicarla a nuestra propia situación.
 “Fue estupendo porque, al hacerlo así, tuvimos a nuestra disposición una forma de
hablar y de entendernos acerca de cómo afrontar el cambio que hasta resultó divertida. Fue
algo muy efectivo, sobre todo después de que empezara a difundirse más profundamente
por la empresa.
 -¿Qué quieres decir con eso de más profundamente? –preguntó Nathan.
 -Bueno, cuanto más lejos llegábamos en nuestra organización, tanta más gente
encontrábamos con la sensación de tener menos poder. Comprensiblemente, sentían más
temor ante lo que el cambio pudiera imponerles desde arriba. Por eso se resistían al cambio.
 “En resumidas cuentas, que un cambio impuesto despierta oposición. Pero cuando
compartimos la narración del Queso con prácticamente todos los que trabajaban en nuestra
organización, eso nos ayudó a transformar nuestra forma de considerar el cambio. Ayudó a
todos a reír, o al menos a sonreír ante los viejos temores y a experimentar el deseo de
seguir adelante.
 “Sólo desearía haberla escuchado antes –terminó diciendo Michael.
 ¿Cómo es eso? –preguntó Carlos.
 -Porque resulta que cuando empezamos a hacer frente a los cambios, el negocio iba
ya tan mal que tuvimos que despedir a parte del personal, como ya he dicho antes, incluidos
algunos buenos amigos. Fue algo muy duro para todos nosotros. Sin embargo, los que se
quedaron, y también la mayoría de los que tuvieron que marcharse, dijeron que la narración del Queso les había ayudado mucho a ver las cosas de modo diferente y a afrontar mejor
las situaciones.
 “Los que tuvieron que marcharse y buscar un nuevo puesto de trabajo dijeron que les
resultó duro al principio, pero que recordar la narración que les habíamos contado les había
ayudado.
 -Qué fue lo que más les ayudó? –preguntó Angela.
 -Una vez que dejaron atrás sus temores –contestó Michael-, me dijeron que lo mejor
de todo fue el haberse dado cuenta de que ahí fuera había Queso Nuevo que, simplemente,
estaba esperando a que alguien lo encontrara.
 “Dijeron tener una imagen del Queso Nuevo en sus mentes, viéndose a sí mismos
progresando en un nuevo puesto de trabajo, lo que los hizo sentirse mejor y les ayudó a
realizar mejores entrevistas laborales y a obtener mejores puestos.
 -¿Y qué me dices de la gente que permaneció en tu empresa? –preguntó Laura.
 -Bueno –contestó Michael-, en lugar de quejarse por los cambios cuando se
producen, la gente se limita a decir ahora “Ya han vuelto a llevarse el Queso. Busquemos el
Queso Nuevo”. Eso nos ahorra mucho tiempo y reduce el estrés.
 “La gente que hasta entonces se había resistido no tardó en comprender las ventajas
de cambiar y hasta ayudaron a producir el cambio.
 -¿Por qué crees que cambiaron? –preguntó Cory.
 -Cambiaron en cuanto varió la presión de sus compañeros en nuestra empresa.        
–Después de mirar a los presentes, preguntó-: ¿Qué creéis que sucede en la mayoría de
organizaciones en las que habéis estado, cuando la alta dirección anuncia un cambio? ¿Os
parece que la mayoría de la gente dice que ese cambio es una gran idea o una mala idea?
 -Una mala idea –contestó Frank.
 -En efecto –asintió Michael-. ¿Y por qué?
 -Porque la gente quiere que las cosas sigan igual –contestó Carlos-, y está
convencida de que el cambio será malo para todos ellos. En cuanto alguien dice que el
cambio es una mala idea, los demás dicen lo mismo.
 -Así es. Cabe incluso la posibilidad de que no sientan realmente de ese modo          
–corroboró Michael-, pero se muestran de acuerdo con tal de llevarse bien con los demás.
Esa es la clase de presión de los compañeros que lucha contra el cambio en cualquier
organización.
 -¿Cómo cambiaron las cosas después de que la gente escuchara esta narración del
Queso? –preguntó Becky.
 -La presión de los compañeros cambió –contestó Michael-, ¡sencillamente porque
nadie quería parecer un Hem!
 Todos se echaron a reír.
 -Querían husmear los cambios y detectarlos con antelación, ponerse rápidamente
manos a la obra, en lugar de demostrar indecisión y quedarse atrás.
 -Esa es una buena consideración –dijo Nathan-. En nuestra empresa nadie quiere
parecer un Hem. Con tal de no serlo, hasta puede que cambien. ¿Por qué nos has contado
esta fábula en nuestra última reunión? Esto podría funcionar.
 -Puedes tener la seguridad de que funciona –reafirmó Michael-. Funciona mejor,
claro está, cuando todos los miembros de una organización conocen el relato, tanto si se
trata de una gran empresa como de un pequeño negocio o de la familia, porque una
organización sólo puede cambiar cuando hay en ella suficientes personas dispuestas a
cambiar.
 Luego, tras una pausa, les ofreció una última idea:
 -Al darnos cuenta de lo bien que había funcionado para todos nosotros, empezamos
a contarle la historia a todos aquellos con los que hacíamos negocios, conscientes de que
ellos también tenían que habérselas con el cambio. Les sugerimos que nosotros podíamos ser su “Queso nuevo”, es decir, mejores socios que contribuyeran a su propio éxito. Y eso,
en efecto, nos condujo a nuevos negocios.
 Aquello le dio a Jessica algunas ideas y le recordó que a la mañana siguiente tenía
que hacer varias llamadas de ventas a una hora muy temprana. Miró su reloj y dijo:
 -Bueno, creo que ya va siendo hora de que me retire de este depósito de Queso y
encuentre algo de Queso Nuevo.
 Todos se echaron a reír e iniciaron las despedidas. Muchos de ellos deseaban
continuar con la conversación, pero tenían que marcharse. Al hacerlo, le dieron de nuevo las
gracias a Michael.
 -Me alegro mucho de que este cuento os haya parecido tan útil –les dijo-, y confío en
que pronto tengáis la oportunidad de contárselo a otros.
FIN

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