lunes, 6 de mayo de 2013

Fuimos cómplices del delito al no contradecirlo, y del silencio al no delatarlo.


      Esta entrada es una continuación de la anterior, bueno, realmente no es que continúe con el tema como si lo hubiera parado, es que se me había olvidado comentar una cosa acerca de algo que dijo el profesor sobre lo del #postureovedruna. Nos cuestionó por qué no habíamos parado, por así decirlo, los insultos. Por qué no los controlamos. Por qué nadie protestó contra ello, o por lo menos lo intentó. Nosotras, hablo de María Cano, Ana de Pineda y yo, en un grupo de whatsapp que tenemos estuvimos pasándonos tweets que insultaban a profesores y pasamos un largo rato debatiendo sobre si deberíamos intervenir o no. Queríamos pero nos resignamos a observar. No porque le tuviéramos miedo a enfrentarnos con esas personas, total, así la tarde sería más interesante. Si no porque es mejor no enemistarse con personas que son mayores que tú, sobretodo en un instituto, que te pueden hacer la vida imposible. Así que reconsideramos si nos merecía poner un ridículo comentario como "La hostia te la metía a ti yo" y crearte enemigos o mejor quedarnos calladas. Y decidimos callar. Pero no creo que fuéramos cobardes, solo tuvimos "instinto de superviviencia", si se le puede llamar así, y pocas ganas de liarla. Y yo creo que a mucha gente le ocurrió lo mismo, no es que no quisieran pararlo, es que no les merecía arriesgarse para no conseguir nada. Ahora que me paro a pensar, fuimos cómplices de la ofensa al no contradecirla, y del silencio al no delatarla. Aunque recuerdo haber insinuado que debían mirar el hashtag, porque no había cosas agradables...

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