jueves, 4 de abril de 2013

Rendirse es perder la esperanza en poder lograrlo.

     
       Me gustaría compartir con vosotros el resultado de llevar a la práctica el experimento, que creo recordar comentó el profesor hace tiempo, de ir por la calle, sonreír a todo el mundo y observar las diversas reacciones de la gente.

        Hace ya varios días íbamos de noche mi compañera María Cano y yo paseando por el centro y en un momento de lucidez a María se le ocurrió hacer lo que el profesor propuso de las sonrisas. Yo no sé si fue por las horas que eran, porque la gente es muy borde, porque le dábamos miedo o por el pavo que llevábamos encima, pero la cuestión es que el experimento no dio los resultados esperados, nadie nos devolvió la sonrisa, al contrario, apartaban la mirada y se alejaban.

        La tarde de un par de días después de nuestro fracasado experimento, íbamos caminando por la calle María, Ana de Pineda y yo, y volvió a surgir la idea de llevar a cabo el mismo experimento a ver si de una vez por todas lo conseguíamos. Decidimos sonreirle a todas las personas con las que nos cruzáramos. Como no iba a ser distinto, fracasamos. Sin esperanza alguna de que alguien nos devolviera la sonrisa nos dispusimos a abandonar, pero justo antes de rendirnos, en un último intento un hombre (¡Bendito sea!) nos devolvió la sonrisa, (ALELUYAAA, ALELUYAAA *Música celestial*). No todos nuestros esfuerzos fueron en vano. Es cierto que solo nos correspondió con una sonrisa una única persona después de mucho "esfuerzo", pero bueno, me siento orgullosa de ello.

      Si os fijáis, esta anécdota se puede asemejar a múltiples experiencias de la vida cotidiana. Como esas veces que intentamos con todo nuestro esfuerzo algo y vemos que no conseguimos lograrlo, y más que nos esforzamos más lejos parece que está nuestra meta, que nunca alzaremos lo que nos proponemos, y pensamos en dejarlo, en rendirse y reconocer que jamás llegaremos a nuestro objetivo, que es imposible, pero no, no hay nada imposible si realmente nos proponemos hacerlo, el esfuerzo todo lo vence. El esfuerzo, esa palabra que puede hacer posible lo imposible. Al final si te esfuerzas y nunca dejas de intentarlo conseguirás lo que te propongas. Si no desvaneces en el camino ni te rindes, porque la vida es como ir en bicicleta: solo te caes si dejas de pedalear.



            Nota: Sinceramente pienso que asustamos a la gente, y no entiendo el porqué...

1 comentario:

  1. A ver pez, lo primero, Ana y yo aún no tenemos 15 años, pero bueno, era un detalle sin importancia de tu comentario, ejem. Sinceramente, no le devolvería la sonrisa a dos niñas que van un sábado santo a carcajada suelta a las 12 de la noche por la calle, he de ahí que ese día nuestro experimento fracasase .
    Pero cuando ese hombre nos devolvió la sonrisa fue un sentimiento extraño la verdad... Bueno, tu entrada es bastante reflexiva y me ha gustado mucho, ¿quieres un 10, no?
    Un beso Pez.

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